Significado de la Cruz y que símbolisa para el Cristianismo Católico - Palabra de Dios

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viernes, 7 de abril de 2023

Significado de la Cruz y que símbolisa para el Cristianismo Católico



La cruz: lo que significa este símbolo del cristianismo

La cruz es el símbolo más distintivo del cristianismo.
Nos recuerda el gran sacrificio que hizo Jesús, el Hijo de Dios, al permitir que le mataran de una forma tan cruel y dolorosa.

En la cruz Jesús llevó el castigo que merecíamos cada uno de nosotros por nuestros pecados... y lo hizo por amor. A través de la muerte de Jesús en la cruz, Dios nos dio la oportunidad de acceder a la vida eterna con él.

¿Qué representa la cruz?

Se piensa que no fue hasta el siglo IV que se comenzó a usar la cruz como símbolo del cristianismo. Dentro de la cultura de los primeros cristianos la cruz tenía una connotación negativa, era el símbolo de la ejecución de los peores criminales. Los cristianos usaban otros símbolos tales como el dibujo de un pez para reconocerse e identificarse.

Hoy día hay personas a las que les gusta llevar una cruz en un colgante como protección o amuleto. Sin embargo, la cruz es solo un símbolo de algo poderoso que sucedió sobre ella. La cruz no tiene poder en sí misma. Su poder y relevancia vienen de Jesús, Dios encarnado, su muerte en la cruz y su resurrección.

Veamos algunas de las cosas que la cruz representa. Recibamos ánimo y demos gracias a Dios por su inmenso amor al dar su vida en la cruz por ti y por mí.


1. El inmenso amor de Dios por nosotros

A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
(Romanos 5:6-8)

Cuando el hombre pecó en el Jardín del Edén se creó una barrera entre él y Dios. Quedaron atrás la amistad y el compañerismo que habían disfrutado antes de que el pecado entrara al mundo. Pero el amor de Dios por el ser humano era tan grande que no podía dejar que todo se quedara así por siempre.

Dios decidió proveer él mismo la manera para restaurar esa amistad. Gracias a Jesús podemos ser salvos y moraremos eternamente con él. El ser humano, debido al pecado, nunca habría logrado reparar el daño hecho. El único sacrificio completamente puro y aceptable ante Dios fue el que él mismo proveyó: Jesucristo, Dios hecho hombre, quien murió y resucitó para que podamos tener vida eterna.


2. El castigo que merecíamos

...pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia.
(Romanos 3:23-25a)

Todos hemos nacido con la naturaleza pecaminosa y aunque pensemos que somos bastante buenos, debemos reconocer que tenemos la tendencia a pecar. Una mentira por aquí, una reacción airada por allá... Merecíamos ser castigados por nuestros pecados, eso es lo justo: si uno hace algo malo debe pagar por ello.

Sin embargo, Dios decidió tener gracia para con nosotros, nos dio gratuitamente algo que no merecíamos. ¿Y qué fue lo que hizo? Justificó nuestros pecados (nos hizo inocentes) mediante la redención por medio de la sangre de Jesús. Alguien debía pagar el precio por los pecados cometidos. Alguien debía recibir el castigo para que fuéramos libres de la esclavitud del pecado. Jesús pagó el precio y recibió el castigo por nosotros al morir en la cruz.


3. La señal del nuevo pacto

También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
(Lucas 22:19-20)


Durante la última cena de Jesús con sus discípulos él les dijo algo muy importante. Les dejó claro que su sacrificio en la cruz marcaría el comienzo del nuevo pacto entre Dios y los hombres. Usó el pan y el vino para explicarlo, símbolos que ellos entendían ya que la cena de la Pascua tenía (y aun tiene) un gran simbolismo para el pueblo judío. Durante esa fiesta ellos recuerdan la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto (Éxodo 12).

La sangre que Jesús derramó en la cruz del Calvario marcó un nuevo comienzo, un nuevo pacto entre Dios y los hombres. A través de su cuerpo partido (quebrantado) y de su propia sangre derramada obtenemos la limpieza de nuestros pecados. Él fue el Cordero perfecto y sin mancha que vino a quitar el pecado del mundo (Juan 1:29; Isaías 53:7). Y cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas recibimos la limpieza y el perdón de nuestros pecados. Por gracia...

4. La conquista de Jesús sobre el pecado y la muerte

Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios. De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
(Romanos 6:9-11)

Cristo murió por toda la humanidad y luego resucitó de entre los muertos. ¡Él venció la muerte y vive para siempre! Cuando lo recibimos como Señor de nuestras vidas esa victoria viene a ser nuestra herencia. Aunque nuestro cuerpo físico muera, tendremos vida eterna junto con él, viviremos para Dios por toda la eternidad.

Pero Jesús no solo nos consiguió la victoria sobre la muerte. Gracias a su sacrificio también recibimos el poder para vencer al pecado. Ya no somos esclavos del pecado. Es una de las libertades que tenemos en él. Dios nos llena de su Espíritu Santo y nos da las fuerzas para vencer día tras día las tentaciones que se nos presentan. Cristo vive en nosotros y al poner nuestra fe en él y dejarnos guiar por él, experimentamos la victoria sobre el poder del pecado. ¡Vivimos para su gloria!


5. Jesús venció al diablo y al poder de las tinieblas

Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.
(Hebreos 2:14-15)

Cuando Jesús murió en la cruz mostró de una vez por todas que Dios reina sobre todo, incluidos el diablo y la oscuridad espiritual. Nada ni nadie tiene más poder que Dios. En el momento en que Jesús murió toda la tierra se estremeció, el velo del templo se rasgó, las rocas se partieron y los sepulcros se abrieron (Mateo 27:50-54). ¡Nada fue indiferente! En ese preciso instante se marcó un nuevo comienzo en el ámbito espiritual. Fue el momento en el que Jesús ganó nuestro acceso a la vida eterna y derrotó al enemigo de nuestras almas.




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